Por Adrián Rito Rodríguez
Morelia, Michoacán.- Cuando Argentina presentó su “orgullo nacional” en forma de auto eléctrico, el Tito, el resultado fue tan impactante que casi nadie en el continente se enteró, pero comenzó a hacer eco en los corazones y carteras de los políticos de Izquierda y uno que otro de Derecha. Fabricado por Coradir en San Luis, Argentina Tito llegó con grandes promesas: ser económico, eficiente, efervescente y un ejemplo de industria nacional, así como mesmamente está pasado en México, y aquí invocó la sabiduría popular actual, «esto suena gracioso, pero no de risa, gracioso de raro», volviendo al punto, lo que realmente entregó fue una lección magistral de cómo no fabricar un auto. ¿Chasis oxidado? Check. ¿Acabados dignos de un taller técnico de herrería de secundaria federal? Check. ¿Un precio absurdo para el desastre ofrecido? Check.
Y ahora, México parece estar siguiendo los pasos del vecino del sur con Olinia, la flamante armada nacional de autos eléctricos. Según el Gobierno de México, este proyecto será el “futuro de la movilidad urbana”. Claro, porque si algo nos sobra en Hispanoamérica es fe ciega en que repetir los errores de otros mágicamente llevará a mejores resultados.
El Tito, versión 2.0 (con salsa verde sabor a tiempo de mujeres).
Mientras Tito costaba 17,000 dólares por un auto lleno de masilla, puertas más chuecas que dientes de mula y otros detalles “de fábrica” que daban risa y pena a partes iguales, Olinia promete precios accesibles entre 90,000 y 150,000 pesos claramente algo por lo que todos optaríamos y no por comprar un Audi A1 del mismo costo.
En términos de costos estamos hablando de una ganga ¿verdad?, Eso si logran que el chasis no se oxide antes de salir de la planta. Inspirados por el éxito de los minivehículos en mercados como China e India (y convenientemente olvidando el desastre argentino), los diseñadores de Olinia quieren crear autos compactos y sostenibles que supuestamente revolucionarán las ciudades mexicanas, porque bachear, carreteras seguras y las pilas se venden por separado.
Olinia, anunciada con bombo y platillo y un empujón para lo que queda del orgullo nacional, incluso promete debutar en el partido inaugural del Mundial de 2026. Porque nada grita “avance tecnológico” como un auto eléctrico desfilando en un evento de fútbol. Parece que la prioridad no es realmente ofrecer una solución sostenible, sino dar un empujón al orgullo nacional, ya tambaleante por tantas promesas rotas.
¿Otro capítulo en esta telenovela de la transformación humanística y verde mexicana?
Lo curioso es que México no parece haber aprendido nada del caso Tito. En lugar de estudiar cómo evitar convertir un proyecto prometedor en un chiste internacional, las autoridades parecen decididas a lanzarse a ciegas, como si el simple hecho de ser «hecho en México» garantizara la excelencia. Spoiler alert: no lo hace. Tito nos enseñó que no basta con decir “somos sustentables”; hay que demostrarlo con calidad y resultados reales cosa que al ser una empresa y proyecto publico no tiene porque pasar, ahí tenemos el caso de mexicana de aviación, el AIFA, el Tren Maya, dos bocas… creo que el punto se entiende.
Mientras Tesla y BYD siguen liderando la revolución eléctrica, aquí seguimos intentando reinventar la rueda, pero con materiales reciclados de dudosa procedencia (esperamos que no) Tito ya demostró que fabricar algo barato y nacional no necesariamente significa hacerlo bien.
En resumen, Olinia tiene todas las papeletas para ser un Tito recargado, esta vez con mariachi y 4T de fondo. Y mientras los anuncios oficiales nos llenan de esperanzas vacías, el resto del mundo sigue avanzando a toda velocidad. La pregunta no es si México logrará su revolución eléctrica, sino, cuánto tardaremos en darnos cuenta de que este proyecto es más humo que electricidad.
